¿Necesita todo lo que compra?, ¿imagina todo lo que derrochamos sin apenas darnos cuenta?. Buena parte de la comida de nuestra nevera acabará en la basura. La vida útil de un teléfono móvil no supera el año y la última novedad tecnológica estará anticuada en apenas unos meses.
No es habitual que en un restaurante pongan más de veinte platos dentro de un mismo menú para degustarlos todos. Con tal cantidad de comida por delante, es lógico pensar que muchos platos acaben en la basura sin apenas tocarlos. Esta es una realidad extrema que existe. Mucho más habitual es ver cómo parte de nuestra cesta de la compra es innecesaria o cómo en los mercados se tira aquello que no se ha vendido y que mañana "estará feo".
Con la tecnología sucede algo similar. Campañas de grandes descuentos animan al consumidor a cambiar de ordenador, televisión o teléfono cuando aún están en perfecto uso.
Acompañamos a Andrés en el desembolso de 2.000 euros en tecnología. Caprichos, según él, para sustituir otros aparatos que siguen funcionado. En una fábrica de ordenadores y televisiones nos confirman que lo que están comercializando hoy ya estará desfasado dentro de tres meses.
Con semejante consumo tecnológico, ¿dónde acaban todos esos artículos que han terminado su ciclo?. Los puntos limpios de las ciudades son saqueados por ladrones que revenden esas viejas televisiones, ya sea por piezas o reparándolas y enviándolas a terceros países.
Los chatarreros de toda la vida recogen lo que ya no se vende ni siquiera en las tiendas de segunda mano para extraer el cobre que hay en su interior. En un centro oficial de reciclaje comprobamos que la vida media de un electrodoméstico es de unos cinco años.
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